San Lorenzo es uno de los santos patrones de Santa Fe. La capilla donde actualmente se celebra la Misa dominical está dedicada a este santo, del cual se conserva una imagen. En continuidad con la tradición anterior ya que la capilla que se sitúa detrás del presbiterio de la iglesia del monasterio también estaba dedicada a este santo y todavía hay vecinos que recuerdan cuando se celebraba la Santa Misa en este lugar. Al exterior de la iglesia, su figura es una de los cuatro de santos que se alzan sobre los ochavos de la cúpula. La parrilla, atributo característico la hace fácilmente reconocible.
Cada 10 de agosto se celebra el Día de San Lorenzo. Su devoción está muy arraigada en Aragón y en la Basílica del Pilar también tiene dedicada una capilla. Dice la historia que Lorenzo, natural de Huesca (se fija su nacimiento en el año 225 de nuestra era) pudo marchar a estudiar a Zaragoza gracias a la buena salud económica de su familia. De la capital zaragozana marchó ya a Roma, donde acabaría siendo archidiácono de la ciudad. De hecho, era uno de los siete diáconos ‘regionarios’ de Roma. También ejercía de asistente del papa Sixto II.
Su cargo de responsabilidad en la estructura de la Iglesia (era el administrador de sus bienes) coincidió con el inicio de la persecución de los cristianos a cargo del emperador Valeriano. La autoridad imperial encargada de la ciudad sabía que Lorenzo era administrador de los bienes eclesiales y lo mandó llamar para exigirle que entregase los tesoros de la Iglesia a su cargo, para costear con ellos la próxima campaña militar del emperador. Lorenzo le pidió tres días de plazo para cumplir el cometido y ganó así tiempo para deshacerse de todo.
Una controvertida iniciativa de Lorenzo, que vendió los citados bienes y distribuyó los dividendos de la venta entre los más necesitados, acabó causándole la muerte; cuando se cumplió el plazo de tres días, el oscense apareció con un nutrido grupo de pobres y enfermos, llamándolos tesoros de la Iglesia.
Valeriano, sintiéndose burlado por el joven oscense, mandó torturarlo y ejecutarlo luego entre terribles tormentos, asándolo sobre una parrilla el 10 de agosto del año 258. Lorenzo, con una fortaleza increíble, acertó a pronunciar antes de morir las siguientes palabras: “Assum est, inqüit, versa et manduca” (“Asado está, parece, dale la vuelta y come”).
Pocos días antes, el sanguinario Valeriano también había ajusticiado a Sixto II, a quien detuvo mientras oficiaba misa en un cementerio de la ciudad; estaban prohibidas todas las manifestaciones públicas de los cristianos. Se dice que al ver inminente la suerte de su Papa, Lorenzo exclamó: “Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?” y el Santo Padre le respondió: “Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás”. Así fue.