Los monasterios del entorno de Zaragoza presentan un estado de conservación desigual. Aunque los edificios públicos o de empresas están en buenas condiciones, los privados amenazan ruina
Un rosario de antiguos monasterios rodea Zaragoza, como un cinturón patrimonial donde se dan la mano el arte, la cultura y la religión. Pero, salvo contadas excepciones, se trata de edificios con graves problemas de mantenimiento (caso de la Cartuja Baja) o que son pasto de las ruinas, como ocurre con el de Santa Fe. Ambos recintos son, en todo o en parte, propiedad de particulares que no pueden mantenerlos por sus grandes dimensiones y por el astronómico desembolso que supone cualquier obra de conservación.
Solo se salvan de este diagnóstico los antiguos cenobios que pertenecen a grandes instituciones públicas o privadas, como sucede con Cogullada, dependiente de Ibercaja; Veruela, en manos de la Diputación Provincial de Zaragoza, y Rueda, que es de la Administración autonómica y ha sido transformado en una hospedería. En una situación complicada se encuentra la cartuja del Aula Dei, con sus pinturas de Goya, dado que le ha afectado el envejecimiento de la comunidad religiosa que lo habita y la falta de vocaciones.
Más alejada de la capital aragonesa, en Monegros, la cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes, que atesora obras de fray Manuel Bayeu y es de unos particulares, presenta asimismo problemas de conservación.
Pero sin duda el edificio más descuidado, hasta el punto de que su techumbre amenaza ruina, es el monasterio de Santa Fe, cuya iglesia y pórtico están declarados bienes de interés cultural (BIC) desde 1977. Posteriormente, la cúpula de la iglesia fue objeto de una restauración llevada a cabo por el arquitecto Peropadre, aunque desde entonces no se ha realizado ninguna intervención de envergadura.
«Hemos propuesto que los propietarios del monasterio cedan determinadas estructuras al Ayuntamiento de Zaragoza, con el objetivo de que una administración pueda hacerse cargo de su recuperación», explica Narciso Samaniego, de la asociación de vecinos de Santa Fe, que cuenta con unos 3.000 habitantes. «A cambio», señala, «la corporación podría declarar urbanizables terrenos que ahora no lo son, y con los beneficios obtenidos compensar a los propietarios».
Los dueños del cenobio, cuyos antepasados lo compraron en 1834, durante la desamortización de Mendizábal, alegan que no pueden hacer frente a la restauración. Y no se hacen ilusiones respecto al futuro del monasterio. «Pienso que no tiene solución», declara uno de los propietarios actuales, que no quiere divulgar su identidad. «Hemos pedido ayuda económica en varias ocasiones y a distintas instituciones y no hemos obtenido nada», subraya.
AYUDA OFICIAL De forma que del gran recinto de Santa Fe solo se mantiene en un estado relativamente bueno el llamado corralón, el alto muro que circunda el monasterio, al que se han ido adosando viviendas habitadas.
La combinación de propietarios públicos y privados ha impedido que la Cartuja Baja de la Concepción, en el barrio zaragozano del mismo nombre, sea hoy un informe montón de escombros. Junto al restaurante, que amenaza ruina y está cerrado, se hallan la hospedería y la procura. Más allá, la portería ha sido restaurada, según informa el alcalde pedáneo, José Ramón. El consistorio posee el refectorio, que se usa en ocasiones señaladas y también aguarda una reforma. La iglesia, del Arzobispado de Zaragoza, es objeto de una concienzuda recuperación que está devolviendo la vida a los frescos de la nave.
En la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes, en Monegros, un acuerdo entre la DGA y los propietarios privados permite visitar los domingos las pinturas de los hermanos Bayeu, que ocupan una superficie de 2.000 metros cuadrados, según Francisco Villellas, alcalde de Sariñena. «Convendría firmar un convenio con la DGA que permita restaurar el conjunto, pues corre un grave peligro de deterioro», apunta.
En el extremo opuesto, se halla el monasterio de Cogullada, propiedad de Ibercaja, que está muy bien cuidado y se dedica a labores de formación y de su obra social. Sea como fuere, en Aragón abundan los monasterios, tanto en buen estado como maltrechos y ruinosos. Son escasos, en cambio, los que se dedican a la medieval regla del Ora et labora. Aparte de la Cartuja del Aula Dei, en una enumeración apresurada e incompleta destacan Sigena (Huesca), Valentuñana (Zaragoza) y Estercuel (Teruel). (F. Valero. El Periódico de Aragon, 2012)