Un monasterio al borde de la ruina

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A escasos kilómetros de Zaragoza se alza un impresionante monasterio cisterciense, el de Santa Fe, cuya iglesia puede desplomarse en cualquier momento. Una asociación intenta conseguir que se restaure, aunque hasta ahora sólo ha logrado buenas palabras.

Héctor Giménez, de la Asociación Monasterio de Santa Fe de Huerva, lo resume en una frase contundente: «La verdad es que la cosa está cruda, bastante cruda». En realidad, el monasterio de Santa Fe, entre Cuarte y Cadrete, pero en el término municipal de Zaragoza, no ha tenido quien lo defienda hasta el pasado año, cuando un grupo de vecinos decidió crear la asociación e intentar lo que entonces parecía imposible. Pero les animaba el ejemplo de muchas otras localidades aragonesas que, con tenacidad, esfuerzo e imaginación, han conseguido llamar la atención de las instituciones sobre algún monumento que merecía restauración. Y lo han salvado.

«Llevamos un año funcionando y en este tiempo hemos mantenido contactos tanto con el Ayuntamiento de Zaragoza como con la DGA -relata Héctor Giménez-. En el primero nos dijeron que tenían mucho interés en colaborar en la restauración, pero si la DGA se implicaba en el proyecto. Y en el Gobierno de Aragón nos dijeron que estaban dispuestos a emprender un proyecto de restauración, pero que el monumento es de propiedad particular y no invierten en edificios privados».

Y ese es el principal ‘handicap’ del monumento. Fundado en 1341, fue desamortizado en 1835 y sufrió la suerte de muchos otros de parecida biografía. Hoy, dentro del recinto del monasterio viven cinco familias (en verano alguna más) y resulta muy ilustrativa la situación que se da en la iglesia, que tiene dos propietarios. «Uno de ellos está muy interesado en que se haga algo ya -relata Héctor Giménez-, y creemos que incluso estaría dispuesto a donar su parte del edificio a condición de que se restaurara la iglesia. Pero en el otro no vemos la misma disposición».

El arquitecto Javier Ibargüen, especialista en restauración (ha dirigido la realizada en el monasterio de Rueda) participó hace unos días en unas jornadas organizadas para conmemorar el 30 aniversario de la declaración del monasterio como Monumento Nacional. A su juicio, lo primero de todo es resolver el problema de la propiedad. «La clave está ahí. La situación es compleja porque dentro del recinto monacal existe incluso alguna piscina. Pero hay que ser realistas y empezar por lo más importante, que también es lo más abarcable, la iglesia. Pero, si se empezará por ella, habría que hacerlo desde una actuación de conjunto, pensando ya en todo el monasterio. Habría que realizar un plan director».

La iglesia, lo más destacado

Construida en 1774 o 1778 por un discípulo de Ventura Rodríguez, robusta y monumental, la iglesia tiene tres naves. «El monasterio, en su conjunto, es de grandes dimensiones -relata Javier Ibargüen- pero no se trata de una restauración ‘disparatada’. En la declaración de Bien de Interés Cultural se incluyen fundamentalmente la iglesia y la portería. Y la iglesia se podría restaurar por completo por 1,5 millones. Restaurar todo el conjunto ya es algo más complicado, pero las cosas se pueden hacer poco a poco: empezar por la iglesia y seguir luego con todo lo demás. No hay que perder de vista que se trata de una iglesia con un valor enorme. Se ha dicho de ella que es uno de los monumentos más soberbios del Barroco clasicista español de finales del siglo XVIII, y es verdad».

Pero lo cierto es que desde 1981, cuando el arquitecto Ángel Peropadre consolidó la torre para evitar que se viniera abajo, el abandono y el deterioro han seguido avanzando. Los vecinos no cejan en su empeño: «Lo único que podemos hacer es seguir trabajando para que se conozca más su situación», apunta Héctor Giménez.

Javier Ibargüen, que cree además que ha debido sobrevivir parte del monasterio medieval, concluye: «Alguien tendrá que coger el toro por los cuernos y hacer algo… o perderemos el monasterio para siempre».

Mariano García. Heraldo de Aragón, 2009

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