«El monasterio de Santa María de Santa Fe fue fundado por Miguel Pérez Zapata, gobernador de Aragón y señor de Cuarte y Cadrete, con una reducida congregación cisterciense que se había establecido en una ermita de Cadrete. El primer documento que tenemos de este monasterio data del 4 de enero de 1341 y es un privilegio del rey Pedro IV el ceremonioso, a petición del gobernador de Aragón, que concedió al monasterio exención de varios impuestos y obligaciones reales. Unos años más tarde, en 1344, Miguel Pérez Zapata y su mujer Sancha Garcés de Januas llegaron a un acuerdo con el abad del monasterio cisterciense de Fonclara (Albalate de Cinca) para que trasladara su congregación a Cadrete, a cambio de un terreno y unos edificios que tenían destinados al nuevo monasterio de Santa Fe. El compromiso se materializó dos años después tras recibir Fonclara la licencia papal para el traslado el 2 de septiembre de 1346.
Como era común en la Edad Media, la explicación de cómo se produjo el traslado de Fonclara a Santa Fe se envolvió en una leyenda con milagro incluido. Según cuentan los antiguos cronistas, dos monjes elegidos por la congregación de Fonclara iniciaron un viaje hacia las tierras de Miguel Pérez Zapata en el bajo Huerva para comprobar si el lugar era propicio. Los dos monjes fueron descubiertos por los secuaces del Conde de Urgell que acechaban constantemente al monasterio y fueron perseguidos hasta la orilla del río Cinca. El río bajaba crecido y resultaba imposible cruzarlo y cuando los monjes iban a ser capturados tendieron sus cogullas sobre las aguas y encima de ellas cruzaron el río sin hundirse ni ahogarse. Sus perseguidores contemplaron el suceso atónitos y los monjes fueron declarados santos.
Quizá esta leyenda estuvo motivada por el poco ortodoxo comienzo del monasterio de Santa Fe, que según su abad más famoso, fray Bartolomé Ponce de León, se inició por dos monjes separados de Fonclara que habían empezado a predicar por su cuenta en la ermita de Ntra. Sra. de las Almunias de Cadrete. Una vez trasladada toda la congregación de Fonclara a Cadrete los dos monjes continuaron viviendo en la ermita en grave penitencia, donde murieron y fueron enterrados. En 1639, durante la reedificación de esta ermita, aparecieron los cuerpos incorruptos de aquellos dos monjes, según testimonio coetáneo del abad fray José Vicente. No obstante, siglos antes, en 1365, se había dado licencia al abad de Santa Fe para que trasladara el cadáver de Miguel Martín de Arve, ermitaño de Ntra. Sra. de las Almunias, de la ermita a la iglesia del monasterio.
En definitiva, el monasterio de Santa Fe se convirtió en continuador de monasterio de Fonclara (fundado en 1230) y todos sus privilegios y posesiones fueron heredadas por el incipiente monasterio situado en la rivera del Huerva. Sin embargo, la situación económica de los monjes de Fonclara era precaria y Miguel Pérez Zapata tuvo que cederles el señorío de Cuarte y otras propiedades, además de financiar la construcción de todos los edificios necesarios del nuevo monasterio. Los Zapata continuaron ayudando al monasterio hasta que se extinguió su linaje en Cadrete y, a comienzos del siglo XV, el monasterio, como heredero universal de los Zapata, pasó a ser el dueño también de Cadrete. Los comienzos fueron difíciles pero la cercanía de la ciudad de Zaragoza propició que surgieran muchos benefactores que con sus donaciones y limosnas fueron contribuyendo al desarrollo del cenobio cisterciense.
En 1443 el rey Alfonso V concedió al monasterio de Santa Fe la jurisdicción criminal alta y baja, y con ello el abad se convirtió en el señor absoluto de Cadrete y Cuarte. En torno a esos años, comenzó un ambiguo enfrentamiento ganadero entre el monasterio y la Casa de Ganaderos de Zaragoza que se prolongó hasta finales del siglo XV. El monasterio unas veces argumentaba ser parte de la ciudad de Zaragoza y por tanto tener los mismos derechos pastura universal por todo Aragón. Otras veces decía ser un señorío independiente y no admitía, por ejemplo, que se nombraran guardas desde la Casa de Ganaderos. La reina María, esposa de Alfonso V, apoyó a los monjes en sus litigios iniciales y el rey Fernando II el Católico ordenó finalmente en 1492 que hubiera acuerdo entre el Concejo de Zaragoza y el monasterio de Santa Fe.
El monasterio de Santa Fe pronto se ganaría la categoría de real casa y es que la lista de visitas de monarcas aragoneses empezaba a ser amplia: Alfonso V (en agosto de 1418), Juan II (1461) o Fernando II (1474, 1479, 1498, 1502). El motivo era sencillo, durante el siglo XV y hasta la construcción de las casas o palacio de la Diputación del reino en Zaragoza, en el monasterio de Santa Fe se rendían las cuentas del impuesto más importante de Aragón: las Generalidades. Quizá por este motivo, los monarcas empezaron a recalar en el monasterio donde los diputados del reino acudían desde Zaragoza a recibirlos y a tratar asuntos de gobierno. No hay que olvidar que los abades de Santa Fe fueron diputados por el brazo eclesiástico en numerosas ocasiones (1453-1456, 1514-1515, 1536-1537, etc). Precisamente a petición de los diputados del reino, fray Gauberto Fabricio de Vagad, monje de Santa Fe, escribió la Coronica de los reyes de Aragón, que fue impresa en Zaragoza en 1499 y por la que su autor fue nombrado cronista mayor del reino por Fernando II. Para Félix Latasa, el monje de Santa Fe fue el primer historiador de Aragón.
También el monasterio de Santa Fe tuvo el honor de acoger el 8 de noviembre de 1501 la consagración del arzobispo de Zaragoza Alonso de Aragón, hijo natural de Fernando II el Católico, que no destacó por su religiosidad pero llegó a ser virrey de Aragón. El monasterio tuvo enfrentamientos con el arzobispado de Zaragoza por la administración de las parroquias de Cadrete y Cuarte, ya que era el abad el que nombraba para párroco a un monje del monasterio y además se hacía con las primicias que pagaban los fieles. A comienzos del siglo XVI el monasterio obtuvo bulas papales para administrar las parroquias de Cadrete, Cuarte y Villar de los Navarros. No obstante, los fieles siempre se quejaron de que las iglesias no estaban bien atendidas por los monjes.
En el siglo XVI el monasterio de Santa Fe había alcanzado su plenitud y sus instalaciones se adaptaban perfectamente a la explotación de los recursos de su señorío de Cadrete y Cuarte, a la atención de enfermos y pobres, y al hospedaje de alto nivel. Los viajeros que pasaron por él lo describían como moderno y muy capaz. Sin embargo, parece que había bastantes problemas internos de disciplina entre los monjes y eran frecuentes los enfrentamientos a la hora de nombrar nuevo abad. En 1532 fue necesaria la presencia de Dom Edme de Saulieu, abad del monasterio cisterciense de Claraval (Francia), que había sido llamado por el virrey de Aragón D. Juan de Lanuza para solucionar unos incidentes ocurridos en Santa Fe. El monasterio había pasado de alojar a 15 monjes en 1346 a concentrar a 80 religiosos, entre monjes, frailes conversos, donados y familiares, en 1577. Así lo recogía fray Bartolomé Ponce de León, monje que profesó en Santa Fe, en su obra “Puerta Real de la inexcusable muerte” y que además escribió varios tratados de Teología y Filosofía. Al prólogo de la obra mencionada debemos buena parte de la historia que conocemos del monasterio medieval, así como un completo listado de sus abades.
Las visitas reales continuaron tras la unión de las coronas aragonesa y castellana y en febrero de 1585 se alojó en el monasterio de Santa Fe el rey Felipe I de Aragón y II de Castilla. Los diputados aragoneses acudieron al monasterio a recibirlo y toda la comitiva entró en Zaragoza el 24 de febrero. Unos años después se plantearon de nuevo problemas a la hora de elegir abad que ya no tenía cargo vitalicio sino trienal desde principios del S. XVI.
Llegaron malos tiempos para los moriscos que en Aragón habían sido obligados a bautizarse en 1526 y el señorío de Cadrete y Cuarte estaba compuesto casi en su totalidad por unas 400 familias moriscas. El decreto de expulsión definitiva fue ejecutado en 1610 y el monasterio de Santa Fe se quedó sin vasallos, su principal poder, y sin mano de obra, su principal economía. Pero, lejos de modificar el modelo feudal de aprovechamiento de sus propiedades, el monasterio planteó en 1616 unos estatutos de repoblación cuyas fórmulas de vasallaje y dependencia se mantuvieron intactas. El monasterio continuó siendo el propietario de tierras y casas para dejar en usufructo a los nuevos pobladores la explotación agraria. También la jurisdicción criminal, civil y eclesiástica continuó en manos del abad que nombraba a los alcaldes, justicias y párrocos de Cadrete y Cuarte. Comenzó de nuevo la producción de los extensos olivares y campos de trigo y poco a poco resurgió el poderío económico del monasterio de Santa Fe. Volvieron también las visitas reales y en abril de 1677 llegó el rey Carlos II con su corte y los diputados del reino acudieron una vez más al monasterio. Sin embargo, sería una de las últimas visitas ya que la Diputación del reino tenía los días contados. En 1700 estalló el conflicto por la sucesión al trono de España y el monasterio de Santa Fe se declaró a favor de la dinastía de los Austrias. Tal fue así, que el archiduque Carlos se alojó en Santa Fe en noviembre de 1707 donde recibió a sus seguidores. El vencedor de la guerra de sucesión fue Felipe V y todos los fueros e instituciones de la antigua Corona de Aragón fueron abolidos.
La segunda etapa de mayor esplendor del monasterio llegó en el siglo XVIII con la reafirmación de todos sus privilegios sobre el señorío de Cadrete y Cuarte en 1701, con la profusión de sus monjes literatos y con la renovación completa de todos sus edificios según los dictados barrocos. Los habitantes y vasallos del monasterio habían intentado a lo largo de todo el siglo XVII liberarse del férreo control del abad pero sus pretensiones habían chocado contra los tribunales de Zaragoza. En Santa Fe la vida monástica continuaba y el 28 de enero de 1723 tomaba el hábito cisterciense Juan Crisóstomo Oloriz que, tras estudiar Teología y Filosofía en la Universidad de Huesca, fue nombrado académico por la Real Academia Española en 1737. Le siguió de cerca fray Isidoro Francisco Andrés, maestro de Teología y también académico de la Real Academia Española que escribió una docena de obras religiosas.
Cuando se estaban finalizando los edificios del nuevo monasterio, a finales del siglo XVIII, llegó la ineficiencia política de Carlos IV, la inestabilidad económica con la crisis agraria y, por si todo fuera poco, llegó Napoleón Bonaparte con su proyecto de imperio europeo. El abad de Santa Fe participó de nuevo como diputado en la improvisada restauración de las cortes aragonesas que ordenó José Palafox en mayo de 1808. Sin embargo, cuando el 15 de junio siguiente las tropas napoleónicas fueron rechazadas por los ciudadanos de Zaragoza, el abad de Santa Fe fue una victima más a las puertas del monasterio. Después, el cenobio cisterciense fue saqueado e incendiado pero aún sirvió de cuartel de caballería para las tropas de elite francesas que asediaron Zaragoza por segunda vez hasta que la ocuparon el 21 de febrero de 1809. Santa Fe sufrió entonces su primera expropiación de bienes que pasaron a administrarse por y para la Real Hacienda francesa. En 1814, acabada la guerra los monjes volvieron a Santa Fe y allí intentaron recomponer la situación. Poco tiempo tuvieron puesto que en 1820 se produjo la exclaustración de las órdenes religiosas y la venta en subasta pública de sus bienes. Tras el trienio liberal, los bienes volvieron a sus antiguos propietarios y el monasterio de Santa Fe todavía revivió hasta la desamortización de Mendizábal en 1835. En esta última etapa profesó en el monasterio fray Bruno Lafuente y Moreno, natural de Uncastillo, que fue sacerdote en la corte de Isabel II y dirigió la congregación cisterciense de la Corona de Aragón hasta que con su muerte en 1887 se extinguió dicha institución.
En 1835 comenzó la historia del ex-monasterio de Santa Fe pero para conocerla basta con pasearse por sus patios, rodear su muralla o ver de lejos su iglesia. En este caso las piedras no hablan, piden a gritos.»
(GIMÉNEZ FERRERUELA, Héctor, El monasterio de Santa Fe, en Aragón Turístico y Monumental, nº 366)