El historiador zaragozano Jaime Elipe es el autor de un libro sobre la destacada figura de don Alonso de Aragón, quien fuera ordenado obispo el 8 de noviembre de 1501 en el monasterio de Santa Fe. Esta publicación de la Institución Fernando el Católico resultará de sumo interés para acercarnos más a su personalidad.
Está enterrado en La Seo y una calle de Las Delicias lleva su nombre. Don Alonso de Aragón es «una ventana» por la que asomarse a contemplar el reinado de los últimos Trastámara aragoneses y Carlos I, tal y como indica Jaime Elipe, doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza, que acaba de publicar el primer libro monográfico sobre tan relevante personaje y que lleva por título ‘Don Alonso de Aragón, un príncipe con mitra’.
En él aborda la figura del que fuera arzobispo de Zaragoza durante casi 42 años. Hijo ilegítimo de Fernando el Católico (cuando este era apenas un adolescente), fue lugarteniente general del reino de Aragón con 15, diputado y capitán general. «Más que hombre de Iglesia fue un político dedicado a gobernar como virrey Aragón desde la década de 1480 hasta su muerte y en ocasiones el conjunto de la Corona. Fernando el Católico es un monarca nómada; siempre está en el camino al igual que sus antepasados. De los casi 40 años que reinó Aragón solo pasó tres -sumando todos los espacios de tiempo- dentro de la Corona. Lo que decidió fue nombrar un virrey en cada uno de los territorios», explica Elipe, que en la actualidad ejerce como profesor ayudante doctor en la Autónoma de Madrid.
Bajo nuestra visión puede chocar que un hijo fuera del matrimonio ostentara tanto poder, aunque tuviera sangre real. Pero, precisamente, ahí residía su relevancia: ser descendiente del rey. «No podían heredar el título principal de su padre, pero no eran tenidos por menos. Era normal que reyes y príncipes tuvieran hijos ilegítimos. Pero lo más llamativo es que en este periodo todos ellos acaban muy bien colocados: o en la Iglesia, el Ejército, la administración o tienen lugares de poder dentro de la sociedad. Quizá durante el siglo XV sea el momento donde más importancia tienen esos hijos bastardos dentro de Europa», apunta.
Al mismo tiempo, hay que señalar que don Alonso de Aragón tuvo cinco hijos ilegítimos que llegaron a la edad adulta; una familia propia que inició antes de su primera misa como arzobispo. Cuatro los tuvo con doña Ana Gurrea y, de estos, don Juan y don Hernando también fueron arzobispos de Zaragoza. «El primero fue arzobispo en cuanto murió su padre (1520) y falleció en 1530. Mientras tanto su hermano decidió meterse a monje, estuvo en el monasterio de Veruela, principalmente, fue elegido arzobispo en 1539 y falleció en 1575. Y a las dos hijas las casó muy bien: una fue duquesa de Gandía (doña Juana de Aragón) y la otra, duquesa de Medina Sidonia (doña Ana de Aragón). Todos ellos tuvieron hijos. Y el ultimo (vástago) lo tuvo con otra mujer, de la que no se conoce nada», relata.
La familia como fuente de todo poder es uno de los apartados en los que se divide el libro. Como se recoge, desde la distancia Fernando el Católico gobierna mediante su familia un reino y «en buena medida» administra su Iglesia. «Don Alonso de Aragón cumple su voluntad, pero también tiene su propia agenda política. Su padre confiaba plenamente en él», observa Elipe, quien destaca su gran habilidad política. «Muchas veces los que eran sus enemigos dentro de Aragón lo elegían como árbitro. Y lo más reseñable es la falta de grandes hitos; durante casi 40 años consigue mantener una estabilidad en el reino que no existe en otros lugares de la Corona», advierte.
Encaminado a la Iglesia siendo un niño
Aunque en la obra se pasa de puntillas por el aspecto eclesiástico, Don Alonso de Aragón (1468-1520) fue encaminado a la Iglesia siendo niño (fue administrador perpetuo de la Archidiócesis de Zaragoza desde los 10 años) y solo dijo la misa de su consagración en 1501, ya con 33.
«Su madre era doña Aldonza Iborra y se supone que nace en Cervera (Lérida). Ambos se trasladan a Zaragoza cuando don Alonso tenía unos 5 años, junto a la abuela. Hasta que no cumpliera los 28 no podía ser arzobispo realmente; hasta entonces habría unas personas que gestionarían el Arzobispado y sus rentas por él. Se ordenó sacerdote y al día siguiente, obispo. Considero que se supo rodear de gente muy efectiva, a los que delegaba buena parte de los cometidos de carácter religioso. Manda imprimir una serie de misales e inicia la gran reforma de La Seo, ampliándola hacia los lados», cuenta.
Murió en la localidad zaragozana de Lécera, con 52 años y lejos de las cortes al igual que su padre (que falleció en 1516 en un pueblo de Extremadura). Jaime Elipe baraja que por peste, tras varios días de agonía. «Es una figura muy atractiva de la que se acaba sabiendo más de todo su universo. Y creo que ahí está el valor de estudiarla», resume. Y acaba su obra con estas palabras: «Sin duda, don Alonso de Aragón rindió pocas cuentas por la Iglesia que le había sido encomendada, en detrimento del servicio real y de sus intereses familiares. Comportamiento propio de un príncipe renacentista. De un príncipe con mitra».
En este libro, publicado por la Institución Fernando el Católico (entidad cultural dependiente de la Diputación Provincial de Zaragoza), Jaime Elipe ha dedicado más de cuatro años de investigación sobre el personaje, que le han llevado al Archivo de la Corona de Aragón, al Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Zaragoza, al Archivo Histórico Nacional o al Archivo Apostólico Vaticano, entre otros.